viernes, 1 de julio de 2011

II Festival podrido XIV - Bajo la rueda

BAJO LA RUEDA
Hermann Hesse

Nada asusta tanto a los profesores como los fenómenos que surgen en el carácter de chicos desarrollados precozmente durante los años, de por sí peligrosos, de la adolescencia. Desde un principio les había parecido inquietante un cierto rasgo genial en el carácter de Heilner. Desde tiempos remotos se ha venido consolidando un profundo abismo entre el gremio de profesores y el genio. Cualquier atisbo de este que aparezca en un colegio les resulta a los profesores de antemano odioso. Para ellos los geniales son esos chicos traviesos que les faltan al respeto, que empiezan a fumar a los catorce años, se enamoran con quince, van a las tabernas con dieciséis, leen libros prohibidos, escriben redacciones insolentes, miran de vez en cuando al profesor con sorna y acaban en el libro de clase como rebeldes y candidatos a un arresto. Un maestro de escuela prefiere unos cuantos burros en su clase a un solo chico genial. Y en el fondo tiene razón, porque su deber no es formar espíritus extravagantes, sino buenos latinistas, matemáticos y hombres de provecho. La cuestión sobre cuál de los dos sufre más y peores cosas del otro, si el profesor o el alumno, cual de los dos es más tirano y más verdugo y cual de ellos estropea y envilece en el otro partes enteras de su alma y su vida no se puede analizar sin pensar con ira y violencia en la propia juventud. Pero éste no es nuestro asunto y tenemos el consuelo de que las heridas cicatrizan en los verdaderamente geniales, que se convierten en hombres y crean sus grandes obras a pesar del colegio. Más tarde cuando ya están muertos y rodeados del agradable nimbo de la lejanía, son presentados por los maestros a las nuevas generaciones como seres magníficos y ejemplares.

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